domingo, 18 de enero de 2009

Los juegos de palabras en El Güegüence Visión lingüística


Wednesday, October 04, 2006


Los juegos de palabras en El Güegüence Visión lingüística

Los juegos de palabras en El Güegüence
Visión lingüística

El presente estudio sobre los juegos de palabras en la comedia bailete El Güegüence podría haberse realizado sobre cualquier comedia. Se me podría preguntar entonces qué me indujo a escoger específicamente El Güegüence, de autor anónimo y no otra comedia para tratar el tema propuesto. Y quizá la única respuesta válida sería aquella que se ha llegado a decir de esta pieza que es, por su tema, ciertamente la más cómica sino la única de todas las obras de mestizaje o de la colonia que se conocen.

Por tanto, nada mejor para exponer el humor del nicaragüense que analizarlo en esta obra, que es de por sí una comedia, con elementos mestizos. El nicaragüense lleva al Güegüence en la sangre: "es la primera auto-burla de un pueblo burlesco".[1]

Comenzando con un enfoque filosófico, las teorías que han tratado de caracterizar el humor pueden dividirse en tres grupos: las de superioridad, las de descarga y las de la incongruencia,[2] cuyos principales abanderados serían, respectivamente, el filósofo Hobbes, Freud y Schopenhauer. Fundamentalmente, las teorías de la superioridad arguyen que el humor se produce al manifestarse, en una broma, la condición superior o inferior de un individuo o grupo de individuos, reales o imaginarios, respecto a los otros seres humanos. Las teorías de la descarga ven el humor como un repentino alivio de la tensión interior, del exceso de energía acumulado por la represión. Por último, las teorías de la incongruencia analizan el humor como resultante de la constatación de lo ilógico, de lo absurdo o simplemente de lo contrario a lo esperado. Aquéllas que más producción teórica sobre el humor han originado son las primeras y las últimas, mientras que la teoría de la descarga apenas sí ha traspasado las fronteras del psicoanálisis.

Por otro parte, inclusive creyendo en esta teoría, se muestra muy poco práctica para el análisis lingüístico o incluso contextual, porque determinar quién gana y quién pierde en una situación humorística no supone analizar totalmente los mecanismos cómicos que han hecho disparar el humor y, en su caso, la risa. Desde una perspectiva estrictamente lingüística, por otra parte, se puede decir que las teorías que han tratado el humor se pueden agrupar en dos grandes bloques, correspondientes a las que obedecen a un modelo del código y las que siguen el modelo inferencial.[3] Las primeras contemplan la comunicación como una codificación y descodificación de mensajes y la segunda como una aportación de indicios que el oyente tiene que interpretar para, junto con el contexto, inferir las intenciones del hablante. La mayor parte de las teorías, tanto basadas en un modelo como en otro, consideran el discurso humorístico como una desviación del discurso normal.

Decidir sobre qué presupuestos clasificar y analizar los juegos verbales en El Güegüence es la solución adoptada, criticable tal vez por su indefinición, pero trataré de llegar a ello a través de lo siguiente: se realizará una clasificación propia de los juegos verbales, y dentro de cada tipo se seguirá, para su análisis, los presupuestos siguientes: el mejor modelo parece ser el inferencial bajo la óptica de la pragmática lingüística, siguiendo una filosofía basada en la incongruencia o sorpresa, considerando siempre el discurso humorístico como siendo en esencia el mismo que el discurso normal o “serio”.

Es necesario, además tener en cuenta que muchos de los juegos de palabras o dobles sentidos que tenga la obra para algunos lectores serán humorísticos y para otros no, o sea la expresión no adquiere su valor a partir de un significado unívoco, sino en un contexto caótico, enmarañado. Como dice Freud: "Se incurriría en un error si se quisiera leer estos signos según su valor de imagen, en lugar de hacerlo según la relación entre los signos". Es decir, está condenada al equívoco. Podríamos decir que en Freud la expresión no está atada a un significado, sino que como el significante, es equívoca, está definida en su relación con otros significantes.

Incluso, la interpretación de juego de palabras en un idioma, no del todo conocido, como es el Náhuatl, nos lleva a las entrañas de nuestra propia filosofía, una filosofía basada en la imaginación, en la metáfora, que no por ser imaginación usurpa la realidad.

“¡Aun no hemos sabido analizar el humor profundamente filosófico de El Güegüence, ya que hemos querido quedarnos solamente con la burla, y además, pareciera que nos empeñamos en reducirlo a lo provinciano frente al sobrecogedor fenómeno de la globalización y del siglo XXI!”.[4]

Iniciando con mi análisis, debo tener en cuenta el contexto social, moral e incluso estético de la conversación y lo que esto implica, ya que el contexto y la situación de la emisión permiten descodificar el juego, y aunque algunos juegos de palabras no pasarán desapercibidos, sólo seré capaz de explicar los otros, recurriendo a una exégesis interpretativa que intente, en la medida de lo posible, recuperar la inferencia que extraía el oyente para el que está pensada la obra.

1. Juegos de palabras “sin humor”

Los juegos de palabras básicos se basan en la repetición. Lo que tradicionalmente se ha designado como figuras de estilo y se ha clasificado desde la retórica como aliteraciones, poliptotos, figuras etimológicas, paranomasias y homofonías, no son estrictamente más que juegos verbales que no tendrían sentido si no fuera por el marco en que se producen, la comedia. A decir verdad, creo firmemente que la definición de estos juegos debería aproximarlos más a los trabalenguas infantiles que a las figuras estilísticas, pues más que la belleza artística se busca el reto de la agilidad del aparato fonador, y la gracia auditiva.

Parl. 102. Güegüence: Matateco Dio cuascuane cuascuane Tastuanes.
Trad. (Haciendo chacota y acompañado de gestos) ¡Dios te muerda, cornudo Tastuanes!

El vocablo cuascuane ‘cuacuanitl’ Cornudo.[5] Cuascuane: expresión de múltiples significados. Uno de ellos: De, quaqua –morder, dar dentelladas a otro, y Cuacuanitl cornudo, engañado por su mujer (¡Dios te muerda cabrón Tastuanes!), según interpretación de Mántica. En otras traducciones encontramos: Dios parta al Señor Gobernador Tastuanes. El juego de palabras en este parlamento, además del doble sentido de la expresión, es expresado por la aliteración y homofonía: cuascuane cuascuane Tastuanes. Mismo que no posee el humor esperado, pero sí la gracia auditiva de la que hablaba anteriormente.

1.1. Juego de palabras en la retórica de la obra

Sin duda, algunas insistencias en guturales no merecen el calificativo de aliteraciones si por tal entendemos un efecto agradable al oído, ni de onomatopeyas porque no reproducen o evocan realidad extralingüística alguna; se trataría de puras cacofonías si se tratase de un discurso “serio”.

"Reales de plata, Güegüence.
—¿Redes de platos?
—No, Güegüence, pesos duros.
—¡Ah, quesos duros...".


Sólo el contexto cómico justifica plenamente la utilización de estos juegos en la frontera de lo pronunciable y de lo entendible. No merece la pena que nos detengamos en dar más ejemplos de las llamadas aliteraciones, constantes en cualquier comedia y mucho más en El Güegüence.

Del mismo modo encontramos un elevado número de:
· poliptotos:[6]

Parl. 5. En primer lugar tecetales seno mesa de oro, seno carpeta de bordado, seno tintero de oro, seno pluma de oro, seno salvadera de oro, y no mas hemo papel blanco y patechua sentar mo Cabildo Real.

Parl. 11. Señor Gobernador Tastuanes, ya nemo niqui nistipampa, ya nemo niqui samo la ronda, son rastros y pedazos de cinchones rompidos de corage, sombrero de Castor rompido de corage, no mas hemo mantera de revoso, no mas hemos capotín colorado á sones panegua sesule Güegüence, Señor Gobernador Tastuanes.

· de figuras etimológicas:

Parl. 306. Güegüence: Señor Gobernador Tastuanes, asenegame Castilla en chocola de vino.
La traducción de este parlamento es: Güegüence: Señor Tastuanes, permítame tal vez ofrecer un brindis por Castilla con un trago de vino choco.

Observemos que ‘choco’ —del Náhuatl Xoco-Atl, chicha y también cosa agria, de xocotl, agrio— hoy es usado en el Español de Nicaragua con ese y otros significados, la etimología de la palabra que en nuestros días permanece oculta en el lenguaje del pueblo, es la que, a veces, el nicaragüense continúa usando sin conocer su raíz o significado verdadero. Según el Diccionario del Español de Nicaragua, choco tiene las acepciones siguientes:

¡choco!a interj. Voz interjectiva que indica asombro, alegría. —Mi amigo, mi amigo que tal —me dijo él y me dio la mano. ¡Choco!, qué tuco de mano y se le veía el brazote. F. Silva., Foto de Familia. p.70.
choco, ca. (Del náh. Xococ: agrio, fermentado.)
adj. colq. [Dicho de algo] que está agrio. 2. [Dicho de alguien] que le falta un ojo. 3. [Dicho de alguien] que transpira mal olor.

· de paranomasias:
El uso de gran cantidad de paranomasias dentro de El Güegüence, acusa a un autor con perfecto dominio de la lengua castellana, amén del estilo poético, veamos los ejemplos siguientes:

Parl. 48-52.
Alguacil: Ya estamos en el paraje.
Güegüence (enérgico): ¡Ya estamos con coraje!
Alguacil: En el paraje.
Güegüence: En el obraje.
Alguacil: En el paraje.

Parls. 61-62
"Reales de plata, Güegüence. —¿Redes de platos?

Parls. 67-68.
—No, Güegüence, pesos duros. —¡Ah, quesos duros...".

Otros ejemplos de paranomasias son: prisa-preso, calarse-cagarse, cogidos-cojudos, aparear-aparejar, fardo-jarro, pesos duros-quesos duros, cabriola-cabriolé, etc.

· de homofonías:
Parls. 136-137.
Cajonería y rajonería:
Don Forsico: Válgame Dios, Señor Gobernador Tastuanes, es corto el día y la noche para contar las riquezas de mi padre; en primer lugar, cajonería de oro, rajonería de plata, ropa de Castilla, ropa de contrabando, estriberas de lazo de oro y de plata, ya pachigüe muyule.

Parl. 121.
Cargar y cagar:
Güegüence: ¡Válgame Dios! Señor Gobernador Tastuanes. Cuando yo anduve por esas tierras adentro, por la carrera de México, por Veracruz, por Verapaz, por Antepeque, arriando mi recua, guiando a mis muchachos, ¡epa!, que don Forsico llega donde un mesonero y le pide nos traiga una docena de huevos y vamos comiendo y descargando y vuelta a cargar (cagar) y me voy de paso; y no es menester licencia para ello, Señor Gobernador Tastuanes.

Interpretemos el juego de palabras en este parlamento: al pronunciar con acento jocoso esta palabra, ca(r)gar, el Güegüence asegura al Alguacil que para ello no es menester licencia, pues él y don Forsico ordenaron una vez una docena de huevos y vamos comiendo y descargando y vuelvo a ca(r)gar y me voy de paso y no es menester licencia para ‘ello’, el Güegüence le asegura que tampoco para hacer “aquello” es necesario permiso, puesto que una “niña” que estaba sentada en una ventana, una vez le dio licencia (precisamente porque era una niña licenciosa).[7]

Sobornal y sobornar
Parl. 68.
Güegüence: ¡Ahahh!, quesos duros de aquellos grandotes. ¡Ah!, muchachos, ¿tienen ahí los quesos duros que trajimos para sobornar? (¡Perdón, para sobornal!).
sobornal. (De soborno2).1. m. Peso que se añade a uno de los tercios de la carga de una caballería, con el fin de equilibrarlos.[8]
sobornal: sobrecarga.
sobornar. (Del lat. subornāre).1. tr. Corromper a alguien con dádivas para conseguir de él algo.[9]

En realidad, todos estos recursos se basan en la búsqueda del mismo efecto, el juego de palabras o, tal vez sería mejor decir en este caso, con palabras, sin buscar ningún tipo de comicidad accesoria (es decir, sin buscar la sorpresa que viene de una incongruencia). En realidad, la he calificado como juegos de palabras “sin humor” porque muchos investigadores dan por supuesto que la ausencia del equívoco verbal (aquello que los anglófonos llaman pun[10]) conlleva automáticamente la falta del componente humorístico. Sin embargo, no es así. Una frase como “un libro libre de erratas” puede no resultar gracioso de manera aislada, pero una constante avalancha de términos semejantes crea indudablemente un clima de humor. La base de ese humor está, creo yo, en el efecto sorpresa sobre lo esperable, aunque no sea incongruente o ilógico, pues en una comunicación “normal” se evitarían tales coincidencias fonéticas o semánticas.

Dejando aparte los casos en que estas repeticiones se combinan con equívocos verbales, no cabe duda de que por sí solas ya se vuelven humorísticas, resultado, como dije, de la sorpresa causada por lo inesperado. Claro que es cierto que, en un análisis semiótico del chiste basado en criterios estructuralistas se distinguen tres tipos de humor verbal caracterizados por la inversión, repetición e interferencia de series (renombradas como humor paradigmático, sintagmático y paragramático). Así, se podría decir que el humor de los ejemplos que acabo de exponer ha de ser calificado como sintagmático, pues se consigue por medio de la simple repetición de elementos.

2. Dobles sentidos

“El doble sentido es una comunicación ambigua hecha con el propósito de confundir al interlocutor o para burlarse del mismo. En la obra, este recurso es muy frecuente”, afirma don Francisco Arellano en su ensayo “Manifestaciones del mestizaje en El Güegüence”. Según don Carlos Mántica, El Güegüence es la única obra que conocemos en la literatura americana que juega con dos idiomas, con perfecto dominio de ambos, para lograr dobles sentidos: del Náhuatl al Náhuatl; del Castellano al Castellano; del Castellano al Náhuatl y del Náhuatl al Castellano.

2.1. Dobles sentidos en Náhuatl o Nahuate

Así, según don Carlos Mántica,[11] existe doble sentido incluso en los nombres propios de los personajes de El Güegüence, tal es el caso del gobernador Tastuanes: (Tlatoani, el que habla: “Gobernador” o “Príncipe”), relacionado con el vocablo “tlatolani”, o sea ‘tragón’, véase el doble sentido en lengua Náhuatl, dos vocablos casi iguales, pero disímiles en cuanto al significado.

Parlamento 5.
Gobernador: Matateco Dio miscuales quilis no pilce Capitán Alguacil Mayor: No pilces, ü campamento Señores Principales, sones, mudanzas, velancicos necana y paltechua linar mo Cabildo Real. En primer lugar tecetales seno mesa de oro, seno carpeta de bordado, seno tintero de oro, seno pluma de oro, seno salvadera de oro, y no mas hemo papel blanco y patechua sentar mo Cabildo Real.

Doble sentido: Xi Mocahue: ¡Suspenda! La frase —según Carlos Mántica— se usa sucesivamente en sus diferentes sentidos: Suspendan, poner fin a algo; detengan, de llevar preso y suspendan, de colgar (“de la cola o de donde Dios le ayude”: de los testículos).

Veamos en este ejemplo la ironía dentro del juego de palabras: ¡Suspenda! Recordemos que la ironía es una característica de la comedia, en la que el personaje se dirige a otro mediante el juego de palabras, y este juego verbal puede ser consciente o inconsciente, bien sólo uno es consciente o bien los dos (o más) son conscientes. Cuando un personaje pronuncia una broma intencional, el autor proyecta un punto de vista sobre ese personaje que, simultáneamente, también proyecta un punto de vista sobre una hipotética persona que hablase así. Tal es el caso del parlamento 12:

Gobernador: No pilces Capitán Alguacil Mor. asamatimaguas consentidor, afrentador, ticino mo Cabildo Real. (Hijo mío, Capitán Alguacil mayor, tráigame a ese consentidor, afrentador y charlatán ante mi Cabildo Real).[12]

Juego de palabras: Consentidor (cabrón) y consentimiento. En este caso consentidor es igual a cabrón, y según el DRAE: consentidor, ra. 1. adj. Que consiente que se haga algo, debiendo y pudiendo estorbarlo. U. t. c. s.

2.2. Dobles sentidos en Español

Aunque menos que la invención de palabras, el doble sentido también es una forma muy sincrética de humor. El oyente se encuentra en disposición de inferir un significado específico que parece el más pertinente y, en cuestión de fracciones de segundo, se encuentra con otra implicatura que en principio era menos obvia. Tomemos los ejemplos siguientes:


Parls. 105-110.[13]
Alguacil: Usted es un burlón, Güegüence; usted ha de merecer una docena de cueros.
Güegüence: ¿Docena de cueros? ¡Ah!, muchachos, ¿nos faltan chavalitas o creciditas. Aquí el Capitán Alguacil Mayor ofrece una docena de cueros.
Don Forsico: Sí, papito.
Güegüence: Capitán Alguacil Mayor: ¿y qué clase de cueros quiere? ¿Blanquitas o negritas?
Alguacil (arrebatando a don Ambrosio su mecate y le da dos mecatazos): ¡Para que aprendas, Güegüence!
Güegüence: ¡Arre ya! Con que, bueno: después de pagado me has azotado; esos no son cueros, son azotes.

Nótese el doble sentido con el vocablo cuero, cuerazo. En el habla popular nicaragüense ‘cuero’ adquiere una connotación sexual, veamos la definición del Diccionario del Español de Nicaragua:[14]
cuero. (Del lat. coruim)
m. Membrana femenina incólume 2. Mujer guapa y atractiva. var. cuerazo. 3. adj. [Dicho de la mujer] que no ha tenido relaciones sexuales. U. t. c. s.
cuerazo. m. Golpe dado con el látigo o el azote. 2. Mujer con muchos atractivos físicos.

El Güegüence discute con el Alguacil y argumenta que después de haberle pagado le han azotado: los juegos de palabras en El Güegüence serían: “Esos no son cueros son azotes”. Se esperaría al final un castigo referido a sí propio, en caso de no darse las condiciones que él mismo propone.

El siguiente ejemplo es muy inseguro. En un texto humorístico como una comedia, la máxima pertinencia está, como he tenido ocasión de mencionar varias veces, en la creación de muchos efectos contextuales, de manera que la inferencia más obviamente pertinente, aunque se genere con poco esfuerzo interpretativo, suele no ser la verdadera. La débil pertinencia de la interpretación literal del siguiente fragmento me hace sospechar en un juego de palabras que se nos escapa por no disponer de las mismas implicaturas no conversacionales que los espectadores de la comedia:

Parls. 251-256.
—¿Dónde conseguiste el vino?—En la casa de un amigo.—¿Quién te enseñó a hacerte de un amigo?—Usted, tatita.—¡Cállate, muchacho! ¿Qué dirá la gente si sabe que yo te enseñé a hacerte de "un amigo"?

Parl. 123.
—¡Válgame Dios!, Señor Gobernador Tastuanes, viniendo yo por una calle derecha me columbró una niña sentada en una ventana de oro, y me dice: ¡qué galán el Güegüence!, ¡qué bizarro el Güegüence!, aquí tienes bodega, Güegüence, entra Güegüence, siéntate, Güegüence; aquí hay dulce, Güegüence, aquí hay limón. Y como yo soy un hombre tan gracejo, salté a la calle con un cabriolé, que con sus adornos no se distinguía de lo que era, lleno de plata y oro hasta el suelo, y así una niña me dio licencia, Señor Gobernador Tastuanes!

El contexto del discurso y el conocimiento previo que el público tiene sobre la vida del nicaragüense y las condiciones hacen que infiera un significado literal de las palabras o frases: ‘Hacerte de un amigo’, ‘aquí hay dulce, Güegüence’. No insistiré más en los mecanismos que provocan la interpretación retroactiva, abreviaré otros ejemplos que se pueden aducir, pues la manera de analizar el humor será siempre idéntica, apuntando apenas cuál es el doble sentido en que se basan.

Ejemplos en que el contexto parece indicar claramente que existen juegos de palabras, pero que se nos escapan y sólo podemos conjeturar son, por ejemplo, la mención a la vara de insignia el parl.28 (¿referencia a los genitales masculinos?) y parl.123 aquí hay dulce, aquí hay limones (¿tipo acción gestual para referirse a los genitales femeninos?).

En el parlamento 87 el razonamiento del Güegüence se fundamenta en la polisemia. Simplemente se puede destacar como diferencia que en estos casos no se produce la sorpresa por un equívoco basado en la semejanza fonética, sino por la desviación de un cliché lingüístico. De hecho, la implicatura errada en estos casos es mucho más fuerte y la correcta mucho más débil por encontrarnos ante expresiones hechas. La expectativa del oyente se ve frustrada de la manera más brusca porque la pertinencia dirige hacia un fin de frase en el que se produzca el menor esfuerzo, y ése sin duda es el cliché, que exige el mínimo desgaste interpretativo. ¡Trabajamos para otro hambriento! Sin embargo, el final es otro y la evidencia del enunciado impide considerar pertinente el mensaje que se adivinaba, por lo que se impone inferir lo ineludible en virtud de las máximas de cualidad. El choque es muy brusco, y el humor se hace efectivo por la reinterpretación retroactiva del enunciado.

La situación (una “niña” que se aproxima a hablar con un anciano que no conoce) y, una vez más, las normas de cortesía que el público sabe que imperan en las relaciones entre hombres libres, imponen inferir, a través de los mecanismos de pertinencia que he explicado, que el Gobernador realiza una pregunta sobre los motivos que llevaron a la joven a acercarse a él, o mejor dicho, a darle licencia. El choque entre la inferencia lógica y la respuesta del Güegüence, que finge interpretar o interpreta realmente la pregunta como dirigida a sus deseos actuales (“¿qué sería necesario ahora, qué convendría, qué te hace falta?”) …y así una niña me dio licencia para “aquello” provoca esa sorpresa de la incongruencia y esa reinterpretación de la pregunta que lleva al chiste.

Como hemos podido comprobar El Güegüence presenta un riquísimo abanico de humor verbal conseguido mediante los juegos de palabras. No he analizado, ni mucho menos, todos los juegos que se encuentran en la obra. Tampoco me he adentrado en el comentario de otros recursos verbales tan ricos como la ironía, las metáforas audaces, los símiles sorprendentes, los acertijos. Apenas se trataba de dar una muestra del talento creador que se encuentra en El Güegüence. Por otro lado, un segundo objetivo, que espero haber satisfecho, era demostrar que ni las nuevas teorías lingüísticas están concebidas exclusivamente para lenguas vivas ni las lenguas clásicas se deben estudiar siempre con metodología clásica. La retórica antigua puede no ser suficiente para dar cuenta de las posibilidades interpretativas de los textos Náhuatl. La aplicación del estructuralismo, del generativismo, de la semiótica, de la lingüística cognitiva o de la pragmática lingüística, por ejemplo, puede dar buenos resultados en el análisis de textos antiguos. No olvidemos que la lengua que allí está puede estar ahora muerta, como algunos dicen despectivamente, pero estaba bien viva cuando los textos fueron escritos, y por tanto debe ser estudiada como una lengua viva.

[1] Pablo Antonio Cuadra. El nicaragüense. Educa, 8.ª ed. San José, 1978. p.91.
[2] Cf. M. A. Torres Sánchez, Estudio pragmático del humor verbal (Cádiz 1999) 10.
En su introducción, la autora da un breve pero claro repaso a las principales teorías desde
esta triple perspectiva.
[3] Sigo la división establecida por M. A. Torres Sánchez, óp. cit. 24.
[4] Ricardo Pasos Marciacq: “La utopía de la imaginación o la nostalgia por el humor”, en END, Nuevo Amanecer Cultural. Managua, 4 de diciembre de 1999.
[5] Molina citado por Mántica. Arte de la lengua mexicana y castellana (1571). Ediciones Colofón S.A., México 1966.
[6] f. Ret. Figura que consiste en emplear dentro de la cláusula un mismo adjetivo o nombre en distintos casos, géneros o números, o un mismo verbo en distintos modos, tiempos o personas.
[7] Mántica, Carlos. El Cuecence, p. 14.
[8] DRAE.
[9] Ídem.
[10] Equívocos verbales.
[11] Carlos Mántica. El Cuecuence o el gran sinvergüenza. 1ª ed. Ediciones de la Academia Nicaragüense de la Lengua. Managua, 2001.
[12] El Güegüence. Ediciones Nacionales, V. 2. Edición de JEA, Managua, 1975.
[13] Tomado de Boletín Nicaragüense de Bibliografía y Documentación, n.o 129. pp.107-108.
[14] Diccionario del Español de Nicaragua, próxima publicación.

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