viernes, 22 de noviembre de 2013

Hablemos de la lengua que nos identifica


  
No pretendo hacer un estudio lingüístico, sociolingüístico ni mucho menos acerca de la lengua en nuestro país, simplemente quiero conversar sobre algunos puntos que para mí resultan preocupantes y hasta molestos a la hora de identificarnos como nicaragüenses en el ambiente idiomático. Y es que hablar de “identificarnos” es un poco complicado, sobre todo en el lenguaje que es tan cambiante, modificable y variable, no es un asunto terminado. Además, tengamos en cuenta la época en la que estamos viviendo, una época en la que las fronteras se han ido invisibilizando gracias a las tecnologías (televisión por cable, Internet, celulares,  etc.) que permiten la mezcla de identidades, sobre todo la identidad lingüística. Como sigamos así, un día nos será difícil saber qué hablamos exactamente.

De repente nos escuchamos diciendo palabras en inglés dentro de las conversaciones cotidianas, de repente alguien usa una palabra propia del habla mexicana, colombiana, argentina (por la influencia de las telenovelas y series televisivas), a veces se nos mezclan a la hora de hablar dichos propios de nuestros vecinos hondureños, salvadoreños o costarricenses, es una mescolanza lingüística que no  podemos detener. Y esto hace que la lengua propia, el habla propia nicaragüense vaya confundiéndose a tal punto que las nuevas generaciones ya no sabrán si hablan español estándar, español nicaragüense o simplemente un español mezclado que se ha modificado en el tiempo y que es más fuerte que la identidad. En esto hay una disyuntiva, por una parte hemos ganado porque hemos incorporado términos nuevos a nuestra lengua, nuevos conceptos y otros usos adquiridos, especialmente por la globalización; y, por otra parte hemos perdido porque nuestra lengua, el Español, va perdiendo valor frente al Inglés, ya que esta lengua se impone en la mayoría de los sitios Web y otras páginas que son muy utilizadas por nosotros.

Lo grandioso sería regresar a nuestras raíces para empezar a conocernos lingüísticamente, saber de dónde vienen nuestros modismos, dichos, refranes, dejos, regionalismos, guiños, interjecciones y por qué no, nuestro lenguaje coprológico, por no decir soez.

El nicaragüense, en su mayoría, es vulgar al hablar, es soez y lo disfruta, no vamos a mentir. Sin embargo, al nica le preocupa mucho el qué dirán a la hora de abrir la boca; si viene de los departamentos a la capital se cohíbe por su acento, por su deje, por cómo interactuar, especialmente los estudiantes a la hora de llegar a la universidad, y claro, los capitalinos se encargan de alguna manera de creer que hablan mejor sólo porque viven en la capital. Pero eso no es todo, cuando el nicaragüense sale del país se preocupa aún más, y entonces copia el acento, los modismos y regionalismos del país en el que se encuentra, otra vez con la intención de encajar y no sentirse cohibido o porque sigue pensando que habla mal. Pero esto resulta de la poca o nula formación de una identidad lingüística, en la que haga que se sienta orgulloso, que sienta que esa identidad lingüística nos define tanto como individuos cuanto como grupo al que pertenecemos. Que somos únicos, pero que además compartimos como comunidad, que este lenguaje nica, tan rico y tan propio nos une al pasado y nos proyecta a futuro.

Qué cosas me resultan preocupantes a la hora de hablar de identidad lingüística en mi país:

1-      Que nos resulte denigrante el uso del voseo. Señores, en Nicaragua voseamos, nadie tutea, a menos que sea un extranjero o un seudointelectual que exterioriza una afectación anormal y fingida. No es una razón de vergüenza vosear. Como dice el poeta Ernesto Cardenal: “En Nicaragua no hablamos de sino de vos”. Me molesto cuando un amigo o amiga me escribe por el chat diciéndome en vez de vos, y yo sé perfectamente que si la veo jamás hablaría de tú. Por otro lado, ni siquiera pueden conjugar los verbos con el pronombre .

2-      Que piensen que el uso generalizado del “laísmo” sea una manera de cosificar a la mujer. Decir “la Doris está enferma” no me hace una cosa. En fin, el uso del laísmo en el caso de: artículo la + nombre personal femenino, si bien es un uso coloquial no podemos obviar que es muy generalizado en Nicaragua y que, por lo tanto, es parte de nuestra identidad lingüística.

3-      Que no podamos mantener, en su mayoría, una lengua propia de la cual nos sintamos orgullosos a la hora de estar en otro país y terminemos fingiendo un acento que más bien nos ridiculiza.

4-      Que nos parezca un avance cultural el hecho de que vayamos perdiendo valores tradicionales, desde nuestros abuelos, nuestras familias, quienes nos inculcaban verdadera cultura mediante los relatos folclóricos (cuentos, chistes, fábulas). Ahora eso se ha ido perdiendo porque tenemos otros modelos de familia, gracias a los medios de comunicación y el Internet, que hacen que perdamos las equivalencias idiomáticas de nuestro país.

5-      Que no nos preocupemos por desarrollar nuestro pensamiento (leer, escribir más) ni de expresar las ideas con el vocabulario correcto del español estándar, sino que nos remitamos a comunicar ideas pobres que no aportan nada al acervo cultural.

6-      Que se incremente el uso y abuso del lenguaje del chat y los SMS. Ya nadie escribe cartas, ni siquiera por correo electrónico, para comunicar nuestros pensamientos y sentimientos, ahora estamos urgidos, todo es inmediato y esa inmediatez está matando nuestro lenguaje. 

7-      Que ya casi nadie usa refranes, modismos y frases folclóricas, excepto nuestras tías, abuelas y parientes, porque a nosotros nos resulta algo arcaico, desusado y carente de modernidad.

8-      En fin, que nos dejemos dominar por la publicidad, adoptando un lenguaje que no es nuestro, que no nos identifica, que es importado y que a la larga va haciéndonos menos únicos.


Y que puedo decir, ya me puse nostálgica. Porque hablar de identidad, aún más de la identidad lingüística, me recuerda a mi niñez, a mi bisabuela tratando de que aprenda trabalenguas, adivinanzas y sonidos con la boca que nunca olvido. A mi madre, quien fue pionera en enseñarme a leer, escribir y decir correctamente las palabras, porque fue una gran lectora. Ahhh, me encanta mi español de Nicaragua, y les aseguro, que puedo visitar muchos países y enamorarme de sus lugares, sus gentes y su comida, pero no cambio mi identidad lingüística.