miércoles, 12 de junio de 2013

El lenguaje inclusivo en la lucha por los Derechos Humanos de las Mujeres y la Igualdad de Género

Autora: Doris Arlen Espinoza García 
(Dorianlex)
Sobre la autora:
Lexicógrafa, correctora y editora de libros. 
Actualmente coordina el proyecto: “Incorporación de la equidad de género a la acción sindical en salud laboral en Centroamérica. El caso de las maquilas y las bananeras”, desde el ISACC, en Nicaragua.

“Cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguaje” 
Octavio Paz 

En una sociedad en evolución, como es la nuestra, la lengua no puede quedarse estática, el lenguaje evoluciona y cambia, producto de la vida social, de las nociones de solidaridad, justicia y libertad que día a día vamos conquistando; y las mujeres, desde todos los lugares en los que nos encontremos vamos teniendo un impacto en esta sociedad de forma directa e inevitable, sobre todo en el lenguaje como herramienta e instrumento de acción y visualización. 

La lengua —por estar históricamente ligada a hechos y a personas machistas, porque la lengua es también producto de un sistema patriarcal, heredado de siglos y siglos de tradición fortalecida, en la que la participación de la mujer se percibe, si no nula, parcialmente, así como sus derechos y su propia identidad— llega a nosotros de forma limitada y limitante, pues esta omisión de la mujer como persona se puede encontrar en todos los textos históricos, grandes obras literarias y manuscritos de la época, sin embargo, actualmente el lenguaje tiene mucho que aportar a la creación de una sociedad más justa, más equitativa y llena de valores de igualdad y empoderamiento; la lengua está viva y no podemos fosilizar su uso, por más empeño que pongan nuestros respetables académicos en ello. El lenguaje moldea el pensamiento y el pensamiento a su vez, la acción, y una de nuestras batallas en pro de la igualdad, como derecho, es que el masculino no designe al genérico humano, donde se incluya explícitamente a hombres y mujeres. 

A pesar de la norma, no podemos ceñir todo un proceso de cambio a la norma lingüística, por acatar una costumbre que se ha vuelto ley, cuando claramente se percibe la necesidad de un lenguaje inclusivo que no degrade ni excluya a la mujer. Antes de hablar de esa norma y del bien sabido debate académico ante el posible uso de un lenguaje no sexista, preguntémonos si ¿existe la necesidad de corregir la lengua cuando se convierte en discriminatoria?, ¿hasta qué punto el lenguaje es modificable?, ¿quiénes están detrás de las normativas?, ¿cuántas mujeres forman parte del pleno que dicta la norma lingüística?, ¿cuántas mujeres han sido directoras de la RAE?, ¿cuántas mujeres son directoras de las academias de la lengua en sus respectivos países?, ¿de qué manera afecta inconscientemente el lenguaje el desarrollo de nuestras niñas a medida que se van incorporando a la vida social? Las respuestas a estas y otras interrogantes nos van a dar la razón al querer incidir en una verdadera comunicación, que se centre en hacer evidente las diferencias sin caer en el extremismo. Pues se puede hacer uso del lenguaje inclusivo, revolucionario pero también elegante y comunicativo, ya que nuestra lucha vas más allá de un uso redundante de ‘las y los’ en cada oración.

En nuestra región existe además de la anterior polémica, una más interna, pues además del mal uso del idioma, debemos enfrentarnos a la discusión de lo gramaticalmente correcto vs. lo administrativo, lo periodístico y políticamente correcto. Y es que no es necesario ser extremista para querer visibilizar la lucha diaria de la mujer o las conquistas sociales que hemos logrado, pues en la mayoría de los casos el problema no es de género ni tampoco de sexismo, sino de redundancia (en el caso repetitivo y abusivo de artículos: ‘los y las’ y el uso de términos en femenino en algunas profesiones y títulos). Hablando de lo gramaticalmente correcto, el uso de ‘las y los’ es agramatical, es decir, si vamos a decir ‘niños y niñas’, ‘mujeres y hombres’, ‘profesoras y profesores’, no podemos acompañarlos simplemente de la forma duplicada ‘las y los’, pues todos los artículos deben ir acompañados siempre de un sustantivo; es preferible decir: ‘los estudiantes y las estudiantes’ en lugar de ‘los y las estudiantes’. 

Contrario a lo que algunos opinan, de que es innecesaria esta diferencia para lograr visibilizar a la mujer y que se dé por hecho que estemos incluidas en un término masculino, simplemente porque así ha sido por los siglos de los siglos, me parece más una terquedad, pues producto de este desconocimiento del lenguaje y su verdadero uso en nuestra región ha tenido duras repercusiones cuando por ejemplo, las mujeres que están en la palestra política no se preocupan (tal vez por falta de conocimiento) siquiera de que las leyes tengan un lenguaje de género. 

Si bien la RAE reconoce algunos títulos como: médica, abogada, arquitecta, ingeniera, concejala, presidenta, jueza, y similares, sería conveniente entonces que el lenguaje se amolde a esa nueva situación, y se enriquezca con ese avance social, e incluya todos los títulos y profesiones con el femenino, pues hoy en día es muy triste leer o ver en algunas hojas de vida y documentos oficiales de mujeres profesionales que se llamen a sí mismas ‘abogado’, ‘doctor’, o decir ‘soy médico’, ‘soy músico’, a pesar de que el uso femenino de estas profesiones sea correcto, por el simple hecho de encajar en una sociedad excluyente y misógina.

Y muy a pesar de la norma, es mayor el uso que día a día se viene haciendo del lenguaje inclusivo como recurso de empoderamiento y de reivindicación de los derechos de las mujeres en nuestra región, pues a veces de forma espontánea hablamos y leemos su uso y nos vamos familiarizando con este lenguaje democrático, que incluye a las mujeres y nos hace ver como personas, como sujetas activas, en una sociedad en la que se hace cada vez más necesario el recurso del lenguaje para evidenciar la presencia de la mujer, alternando con las normas expresivas de nuestra lengua.

Este artículo ha sido publicado en el boletín CLIP de la STM-COMMCA/SICA, correspondiente al mes de mayo de 2013.